Mouris Salloum George*
¿Qué bien les rinde a los mexicanos que el gobierno blasone que, en 2019, las remesas que mandan nuestros compatriotas transterrados alcanzarán un nuevo máximo histórico superior a los 35 mil millones de dólares, si anualmente se dispara el costo en dólares de las importaciones de agropecuarios básicos para la alimentación popular?
En esa tesitura se da una ecuación un tanto inadmisible: La mayor parte de los trabajadores emigrados a los Estados Unidos, documentados o ilegales, es de origen y extracción campesina.
Su expulsión, dejando a sus familias en México, se debió a que les fue incosteable aquí subsistir en la condición de jornaleros que, por la contrarreforma agraria y el TLCAN de 1993 y 1994, respectivamente, les fue reservada al ser privados de sus tierras ejidales y comunales y de los apoyos públicos para conservarlas o rescatarlas.
Esa deliberada política se ofreció entre las ventajas comparativas a los inversionistas foráneos para atraer capitales, a la vez que el Estado neoliberal pretendió una válvula de escape al desempleo galopante generado por esa misma política.
La mano de obra barata para los empleadores estadounidenses (cuyo más alto porcentaje se ofrece a los granjeros), es una ganga en una proporción salarial de un dólar por cada cinco que se pagan a obreros agrícolas norteamericanos.
Para todo efecto práctico, exportamos lo que importamos
Esa acusada y perversa tendencia de los últimos cinco sexenios se acentuará ahora que el gobierno de la 4T, en el nuevo T-MEC, se ha comprometido a elevar sustancialmente las compras de productos agropecuarios a los granjeros norteamericanos, que siguen recibiendo subsidios estatales y compiten con precios de dumping.
Exportamos lo que importamos, es una conclusión mexicana aplicada, por ejemplo, en la industria automotriz u otros ramos de la maquila, aludiendo a la entrada de insumos y refacciones para suplir la ausencia de componentes nacionales en dichas manufacturas.
En el caso que ocupa este tema, en sentido inverso exportamos mano de obra casi esclava a la economía estadounidense e importamos excedentes salariales, fruto del trabajo de nuestros connacionales.
Dicho de otra manera, se sacrificó la histórica autosuficiencia alimentaria para gastar el producto monetario de nuestros compatriotas en importar productos básicos para la alimentación.
Dimos el dato del diferencial salarial que abona a la plusvalía de los productores estadounidenses. ¿No es ésta una operación eminentemente neoliberal? Sospechamos que sí. Lo que alarma es que no ocultemos nuestro beneplácito por la abundancia de remesas. Grave asunto.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.